Los porteños tenemos alguna suerte de alergia al color.
Fue necesario que el Arquitecto Peña, animara a algunos vecinos, a cambiar de sus frentes el eterno del gris perla, el cremita o manteca, el amarillo ultra pálido, para que Buenos Aires, comenzara a descubrir, que era posible poner en valor los frentes con otros tonos.
Los permisos para el colorido le correspondían a Caminito, al que se visitaba por esa rareza.
Luego vino el barrio Lanín, en Barracas, sobre el que muchos porteños tienen apenas una mirada benevolente a la excentricidad del artista plástico que comenzó el cambio.
Aunque ya hace años que las casas se animan a colores como el salsa golf, el mostaza, el lila, los verdes y, algunos más osado; un frente como el que vemos en esta foto, nos asombra.
En un primer momento provoca rechazo.
Una piensa: ¿El dueño tiene una pinturería y puso el catálogo aquí?
¡Qué locura cómo estropeó la casa! ¡Qué soberbio mamarracho!.
Acto seguido, se observan los detalles. Se detiene una en el mascarón, hay que reconocer que lo trató con amabilidad y lo recuperó. Mira los modillones, las molduras ondulantes.
Las flores que llenan los recuadros, el trabajo a dos tonos para dar profundidad a los detalles geométricos,
los acabados en las medianeras
Como cada moldura puesta en valor
El cornisamento recuperado, quizás como lo imaginó el frentista, mientras lo dibujaba en grises. La enorme dificultad con que el propietario debió elegir los colores para que llamaran la atención y rescataran los ornatos.
que distancia estableció con las casas medianeras, que siguen los lineamientos clásicos en cuanto a color.
la vida que otorgó a las persianas comerciales
El realce a los marcos los marcos de esas cortinas metálicas.
Para eso momento se estableció empatia con la obra.
¿Y qué decir, cuándo se la compara con las fotos que provee Catastro?
Foto: Catastro, abril de 1997
Foto: Catastro enero 2006
Una casa diferente en esta Buenos Aires nuestra, en la que todo es posible.
(A mis fotos las tomé a mediados de 2017)
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